jueves, 23 de febrero de 2012

"Historias cruzadas": la rebelión de las nanas

Hace rato que el tema de las "nanas" me sigue. Si leyeron el post anterior a este, sabrán de lo que hablo.  Cuando pensé que el tema estaba cerrado apareció "Historias cruzadas". Más allá de que la película esté nominada al Oscar, la historia es conmovedora por donde se la mire. Basada en el best seller "The Help", la cinta muestra la historia de dos mujeres negras. Dos negras que trabajan en la Mississippi cruel de los ´60. Dos negras que crían hijos de matrimonios blancos felices. Dos negras que limpian y cocinan para familias que viven en el suelo americano. Dos negras -que por ser negras- tienen que mear y cagar en baños diferentes a donde mean y cagan los blancos.  ¡Hasta en la mierda está la discriminación!



Pero las dos negras se expanden. Se multiplican. La discriminación las une para desafiar una autoridad absurda. Si la Academia de Hollywood actuaría desde lo "políticamente correcto", no me molestaría que se quede con el tipito dorado por ser la mejor cinta. Aclaro que no vi las otra. Esta es simple. 

Skeeter (Emma Stone) es una periodista idealista y recién graduada que sueña -como todo periodista- en escribir una novela. Atropellada por los hechos decide contar la historia de un atropello a los derechos humanos. Aibileen (Viola Davis) es la nana que trabaja en la casa de una de sus mejores amigas y quien la ayuda en su primer empleo en el diario local. Entre consejos para las amas de casa de la época surge la trama de la peli: la discriminación y el abuso hacia los negros afroamericanos en Estados Unidos. La causa que le dio, entre otras cosas, un Nobel de la Paz a Martin Luther King en 1964.

***

Es una noche de miércoles rara: el cielo se prepara para una tormenta que no llegó, las calles de La Plata están vacías, la temperatura es cálida y el clima social es angustiante. Unas cuantas horas antes, en un accidente ferroviario -¿que se podría haber evitado?- decenas de muertos y cientos de heridos son protagonistas de la crónica del día. Se adueñaron de la noticias. ¿Hasta cuándo? Eso nunca se sabe. Puede llegar a ser reemplaza por la conveniente recuperación de "Las Malvinas son argentinas". Por el escándalo barato de alguna diva de turno. Por el testaferro del político que no pagó la cometa. Por alguna tragedia climática en la parte del mundo que sea. Y los temas y las páginas de los diarios y las horas en la radio y en la tele siempre se llenan. Siempre se llenan. Los de hoy abundan en el accidente de Once.

Cuando "Historias cruzadas" terminó pensé en cuál sería la historia que hoy habría que contar. Cuál sería la historia que no llena. Cuál sería la historia transformadora. Quiénes son esos negros del presente. ¿Los pobres? ¿Las minorías sexuales? ¿Los ecologistas en defensa de un planeta menos contaminado? ¿Quién? ¿Quiénes?

No me puedo dormir pensando en quién. ¿Quiénes? Me tengo que dormir, pienso. Por la mañana tengo que entrevistar a un docente que enseña a adultos mayores. ¿Son nuestros viejos -con jubilaciones de mierda y una vida repleta de sacrificios- los "quienes"? En menos de veinte años la mayor parte de la población sera vieja. ¿Tendrán los estados respeto y saldo para sostenerlos? ¿Serán ellos los que tengan que enfrentar una nueva rebelión?

Me duermo. Me queda la duda. "La duda", donde también actuó Viola Davis. Todo se conecta con todo. Todo pareciera ser que es una eterna duda cuando a la verdad cuesta encontrarla. Por la verdad. La verdad es lo único que nos podrá salvar de tanta hipocresía.

domingo, 19 de febrero de 2012

La revelación de las "Nanas"

Pensé que las vacaciones también serían vacaciones para el blog: me equivoqué. Entre tanta boludez del verano -me refiero al bolso playero con el nombre del lugar en el que se esté, las trencitas en las cabelleras de niños/as, adolescente/a, señor/a, chongo/a, la tobillera de piedrita multicolor (Pregunta: ¿la tobillera se usa todo el año?¿qué pasa con esta joya de la artesanía veraniega hippona cuando llega el invierno y las medias son más necesarias que silicona para vedette?), ¡los collares de caracol!, y la lista podría ser tan eternaaaa... Pero el tema del verano -no el de Michel Teló-, sino el mío fueron "Las nanas". Por esas cosas de la vida somos cinco personas y una mascota -cuatro chilenos y dos argentinos- rumbo a Punta del Diablo, Uruguay.

"Nanas" no es un tema musical. Tampoco es el término de cuando un bebé se lastima: "Se hizo nana en el dedito mi bebito" (la frase suele ir acompañado de diminutivos). No es una nueva palabra para el castellano argento. No es una nueva banda de cumbia. Uso "nana" respetando la cita textual de mi amiga y colega chilena Carolina Faraldo. Voy manejando por la ruta nacional nueve cuando surge el tema por primera vez. En un shileno perfecto y sheno de hueones me cuenta que se desató un escándalo bíblico cuando en un barrio "cuico" (cuico= concheto, algo así como nuestro Puerto Madero) le prohibieron a las "nanas" (nana= niñera para nosotros) entrar a sus trabajos haciendo uso de la vereda y las obligan a pagar un colectivo que las deje en la puerta de sus empleos. http://www.meganoticias.cl/nacional/metropolitana/nuevo-caso-de-discriminacion-a-nanas:-ahora-les-prohiben-caminar-por-condominio.html

"Asesoras del hogar" es el eufemismo que encontraron los chilenos para ponerle un nombre a lo que nosotros solemos llamar: la chica que limpia, la señora que trabaja en casa, empleada doméstica o simplemente -y en la gran mayoría- por su nombre propio. El que figura en el DNI. Lo que me cuentan, además de mucha gracia por cómo me lo relatan, me asombra. "¡Qué país clasista!", dice mi futuro marido que dejó su Punta Arenas natal, en el Estrecho de Magallanes chileno, en enero de 1996. "Son un mal necesario po y encima ahora reclaman", ironizan y reímos. "Quedó la zorra", agregan y me pierdo. El vocabulario shileno es amplio y ofrece variadas interpretaciones: en este caso "zorra" es empleada como "quedó la cagá", me explican. "La cagá", para nosotros, sería "la cagada". Un quilombo en las tierras Piñerezcas que ahora vuelve a resurgir a partir de que Falabella le niega sacar una tarjeta de crédito a una nana peruana que vive en Santiago. "Es política de la empresa que las asesoras del hogar no puedan acceder a nuestras tarjetas", le dice un empleado de camisa blanca y corbata verde a la mujer que llevó el tema a los noticieros.

El primer nombre que se me viene a la mente no es mi actual nana, Marta. Es Gladys. No la conozco y es Gladys, el primer personaje que aparece en el libro que llevo en la mochila. Gladys Varela es la empleada doméstica que descubre el cadáver de Chazarreta en "Betibú", la última novela de Claudia Piñeiro. Gladys es un buen nombre para una nana, pienso. Históricamente las telenovelas de la tarde las bautizaron Marías. Sólo recuerdo tres "Gladyses": Gladys Knight, cantante norteamericana de soul, Gladys "La bomba tucumana", cantante de cumbia argentina, y Gladys Florimonte, actriz y comediante argentina.

Con una lluvia de peste llegamos a destino: "Lo de Gustavo y Alison". El primero es un uruguayo que conoció a una canadiense en Toronto -la segunda- y entre mate y mate nacieron Mateo y Ariel. "Ariteo", para nosotros. "Ariteo" es el nombre de la red wifi que iba y venía como el permanente viento que nunca nos abandonó. La familia uruguayocanadiense nos alquiló su casa-cabaña. Los nuevos hippies mudaron sus petates a una combi amarilla, simil a la de "Little Miss Sunshine", donde viven cuando los turistas llegan con los dólares que sirven para vivir el resto del año. Alison es la dueña de unos ojos celestes color cielo y con un doctorado en Literatura bajo el brazo. Gustavo es profesor de inglés y dueño de una lengua frenética que no paró de recomendarnos salidas y restoranes. Será que durante el año no hay muchos con quien hablar, conjeturamos todos. Ya en esas dunas me doy cuenta que no hay nanas. Al menos para los niños del lugar. Sí vimos una familia argentina numerosa al estilo Opus y muy rubia, oriunda de un country de San Isidro, llegar con una nana boliviana. Con pantalón verde de bambula a los tobillos, la nana seguía de cerca a un bebé rubio en pañales Pumpers. Pero está claro que en Punta del Diablo los niños se cuidan solos: crecen como pasto. Libres. En libertad. Salvajes y libres. Como las ballenas Francas que llegan en el invierno.

Tiene canas y sus ojos color miel están perdidos en "La Mansa". Mira detrás de un ventanal que deja ver un Diego Rivera que presumo es original. Cambia el enfoque y ahora apunta a la obra icónica de Punta del Este: "La mano", del chileno Mario Irrarzábal donde unos cuantos turistas se sacan fotos. Ella los mira. Ellos no. Ella no es un atractivo turístico. La tela celeste de su uniforme almidonado combina con el color de las Hortensias tupidas. La puntilla blanca en los bordes de las mangas y en el delantal blanco se reflejan en el vidrio impoluto. Se la ve refinada. Es flaca y lánguida. Desentona con el bronceado de sus patrones que comen unas lechugas verdes resbordantes y toman vino blanco en copas de cristal. Me detengo en su cabellera brillosa. La habrá pulido con la misma delicadeza de los muebles de cedro del comedor, me pregunto. ¿Se llamará Gladys? ¿María? Tiene cara de Ofelia, pero bien podría parecerse a Germania.
 
Germania es la nana de mi amiga Katy. No la conozco. Solo la imagino. La pienso gracias al relato de mi amiga. Le tengo que pedir permiso para tomarme las vacaciones en febrero, le dijo Germania en el invierno de Punta Arenas. Es que Germania tenía previsto un viaje a Inglaterra. Sí, claro. ¿Puedo ir con usted?, cuenta Katy. Más que una nana es una institutriz, dice Pablo. Automáticamente mi cabeza viaja a "La novicia rebelde". La veo a Julie Andrews. Me veo en mi niñez sentado frente al televisor en una tarde de sábado. Recuerdo la imagen de esa pradera verde austríaca con la crecí. Nunca me voy a olvidar la escena de la familia Von Trapp escondida en el cementerio de la abadía. No sabía que eso era suspenso. Volviendo a Germania, hay que decir que en la última cena de fin de año la pasó con el mismísimo alcalde en un restó de lujo. Germania no es nombre de nana. Es nombre de mala. De profesora. De directora de escuela cara alemana. No de nana.

La última nana que vi en mis vacaciones fue en Montevideo. En Punta Carrasco. Una zona donde viven los ABC One uruguayos. Rodeada de mansiones, una nana que no superaría los 30 años rega un jardín de grama brasilera, propia de las zonas arenosas. Lleva el pelo tirante. Como las azafatas. Azafata del césped, pienso. Tiene un rodete prolijo que lo cubre con un tejido de crochete blanco que sujeta con varias hebillas de esas que no se ven. De la casa se escapa un cachorro de Labrador y la nana sale en su búsqueda. Corre. Suelta la manguera y corre. El agua hace un charco enfrente de una puerta que tiene un Buda de cemento. Vi muchos Budas. O hay muchos nuevos budistas o las importaciones desde China e India están haciendo estragos. El guardia del barrio sigue la escena. Intenta ayudar pero el pantalón marrón del uniforme se le engancha en una reposera de lona y plástico en la que está sentado. Ella lo atrapa. Lo entra y vuelve a la rutina de jardinería. La rutina. La rutina no discrimina. Quedan horas de vacaciones. Faltan minutos para volver a la rutina. Mi rutina.