domingo, 27 de febrero de 2011

Beatiful se escribe con "I"

Las películas que tienen un cierre circular, debo confesar, son mis preferidas. La sala del cine estuvo en silencio papal las dos horas y media que duró "Biutiful", la última película del cineasta mexicano González Iñárritu. Sí, el mismo de "Amores perros", "21 gramos" y "Babel". Cuando uno va al cine a ver una película de él, sabe que el después es bravo. En mi caso siempre lo fue. No es para nada sencillo seguirlo. Entender su psiquis. Y mucho menos en esta última donde combina todo. Como diría el refrán: "pone toda la carne al asador". Del vamos, que el protagonista sea un "médium" que ve y conversa con la muerte es bravo. Que el mismo tipo, en este caso Javier Bardem, este casado con una bipolar (la actriz argentina Maricel Álvarez) que golpea a sus hijos y coge con su cuñado, es bravo. Que el médium, a su vez, se dedique a reclutar inmigrantes esclavos chinos y africanos, sigue siendo bravo. Que estos "no europeos" vivan apilados y cociendo carteras símil Louis Vuitton, es demasiado bravo. Que encima de todo, el mismo protagonista, tenga cáncer y orine sangre, es muy bravo.



Pero si les pareció poco la lista de conflictos del nudo de la peli, Iñárritu también pone en escena las drogas, la homosexualidad, la corrupción, la violencia y la decadencia. Todo junto en un cóctel que nos muestra la mierda en la que se está convirtiendo el mundo.

Es imposible no enmudecerse. El tiempo en la sala del cine se había detenido en esa cinta. En ese drama que transcurría en las progresistas calles de Barcelona. Pero que bien podrían ser las de New York, Roma, Hong Kong, Lima, Montevideo o Buenos Aires.

Sospecho que "Biutiful" no es sencilla. Es una crítica al sistema capitalista en donde plasma brutalmente sus falencias. Sus contradicciones y miserias. Muestra la maldita desigualdad. Muestra que el mundo te pasa factura si naciste en Senegal. Si sos negro. Si sos puto. Si sos ilegal.

Para verla hay que estar preparado. Debo confesarles que me lloré todo. Que pensé en cuántos chicos como esos chicos viven eso. Pensé en mi madre, que perdió a su madre, a los diez años por un maldito cáncer, y hoy a los sesenta y uno la sigue extrañando. Lo escribo y vuelvo a llorar.

-Papá, ¿Cómo se escribe beatiful: con "e" o con "i"?
-No sé, con "i".

Más allá de todo, una niña de 11 años, tiene intacto el prisma de la belleza. El poder no viciado de poder encontrar lo bello y simple en una montaña. De plasmarlo en un dibujo. Esos dos niños son -sin dudas- la pregunta del mañana. El cierre inconcluso.

¿Qué estamos construyendo para esos niños?¿Quién los cuidará?¿Tendrán una mamá bipolar, negra, ilegal, esclava?¿Serán ellos ilegales, ladrones, narcotraficantes, venderos de piratería?Quién lo sabe...

martes, 8 de febrero de 2011

Más Claro, echale agua!

Esta historia comienza una mañana de diciembre. En esos días cargados de fiestas de fin de año. De vísperas de fiestas. De compras navideñas. Enquilombadas.

-Buen día, le hablamos de Claro. ¿Es usted el señor Manuel Dominguez?
-Sí, pero gracias. No necesito nada.

En el fondo yo sabía que no necesitaba nada. También sabía que quería cambiar mi teléfono por un BlackBerry, pero daba vueltas sobre el asunto.

-Antes que nada ¡felicitaciones, usted cumple hoy 10 años con la compañía!, dijo Roberto, claro, de Claro.
-Gracias, dije dando lugar a que el tipo siguiera con el speech.
-Lo llamamos para ofrecerle un BlackBerry a tan solo $827 con un abono de $99 mensuales. Tiene Internet libre, 150 mensajes de textos libres y 150 minutos de llamadas totalmente gratis.

Dudé.






Se hizo un silencio y siguió.

-Si le interesa es muy simple. Lo hacemos ahora y se lo mandamos a su domicilio. Solo me tendría que dar sus 16 números de su tarjeta de crédito.
-Bueno, -dije sin imaginar que estaría cayendo en una trampa del mexicano archi recontra millonario Slim dueño de Claro, claro-¿En cuántas cuotas se puede hacer?
-Doce sin interés.
-Mejor en tres.

Claro que el BB nunca llegó a mi domicilio y tuve que ir a buscarlo al Correo Argentino. Sacar una fotocopia de mi D.N.I., bancarme la mala onda de la empleada de la fotocopiadora, esperar que la empleada del correo terminara de desayunar y así poder dar con mi BB. Claro que nunca pagué $99.

Dos meses después me vuelven a llamar. Ahora no era para felicitarme. Me informaban que había pasado a la lista de "deudores". Los de Claro, claro, no presentaron el cupón de Mastercard y tuve que dirigirme a la sucursal de Claro, claro, para pagarles el BB que se suponía ya había pagado.

-Si usted quiere puede pasar su otra línea a tarjeta, me dijo el vendedor cuando tuve la premonición de que me estaban por cagar.

Pero tuve una mejor idea: se me ocurrió regalarle el teléfono a mi sobrina Antonella para triangular llamadas gratis con mi hermana y mi sobrina con mi mamá. Eso nunca pasó. ¿Por qué? Porque City Bell pareciera que queda en Europa.

Marco el *611 porque no puedo comunicarme con mi "numero gratis". La cordobesa que me atiende no me entiende. Le digo que llamo a mi número frecuente y que éste me informa "el teléfono al que usted llama no puede recibir su llamada en este momento".

Como no puede ser de otra manera aguardo en línea. El llamado se corta. La cordobesa, con un dejo de decencia, me vuelve a llamar.

-Tengo la respuesta a su consulta. Es que esa línea no tiene crédito porque todas las llamadas que hizo son larga distancia.
-Eso es imposible: todas las llamadas fueron dentro de La Plata, a treinta cuadras de distancia.

Espero en línea.

-Es que lo toma otra antena. Son llamadas larga distancia. Si quiere le puedo tomar el reclamo.

Me toma el reclamo. Me dice que tengo que esperar siete días. Espero. Vuelvo a llamar y claro, Claro tiene razón. Para Claro, City Bell queda en la loma del orto y no en La Plata. Con la amargura de saber que me están cagando decido dar de baja ese número.

-¿Señor por qué lo quiere dar de baja?, me pregunta otro cordobés de nombre Julián.
-Porque son unos truchos, en síntesis.
-Bueno, le informo que tiene un costo de $32, 75 y que tiene que mandar una carta con los siguientes datos. ¿tiene para anotar?

Anoto. Escribo la carta. Ternino de escribir esto y me estoy yendo a Claro, claro, a pagarles. Después iré al Correo Argentino y espero que ahí termine esta historia.

Moraleja: si tiene que elegir, claro, Claro no es la mejor opción.