viernes, 10 de agosto de 2012

El desafío de enseñar...

En este preciso momento ejerzo el doble rol de enseñar y aprender. Este post es sólo un momento catártico después de tener que escribir varias frivolidades a cambio de unos pocos miles de pesos mensuales. Que la profesión para los más jóvenes no está bien paga es una obviedad. No me pidan que también revuelva allí. Es viernes, recién tengo terapia el martes, debo un ensayo de la maestría por creer que no leí los suficientes autores, el docente que me lo pide es un chanta y por algún lado tengo que explotar. Para eso tengo este blog. También está por ustedes. No se me enojen.

Como todas las mañana facebookeó un poco mientras una taza de café ayuda a que me despierte. Mi amiga Josefina Licitra y su estado de ánimo en Facebook contribuye a aumentar más mi contradicción : "Jueves y viernes son días de corrección, y cada vez que corrijo pienso lo mismo: mis alumnos son hermosos". Su mensaje al mejor estilo Jacinto Pichimahuida me revuelve el estómago. Por qué ella además de escribir bien (¿Qué digo escribir bien? Podría ser medalla de oro en la disciplina "Cronistas Latinoamericanos vivos", ya que todos estamos tan Olímpicos), ser buena y linda persona, inteligente y -encima o para colmo, ¿ni sé qué palabra es mejor- sus alumnos son "hermosos". Bajo la tapa de la notebook y me termino el café.

No es que no me pase lo mismo. Tampoco, ahora-hoy, podría decir que "son hermosos". Acabo de desaprobar a todos. Todos. ¿Soy yo? ¿Ellos? ¿Yo y ellos? Por qué Paulo Freire se murió si todavía lo necesitamos. Necesito mandarle un mail. Hacerle una llamada. Un mensaje de texto. Por qué no un mensaje por Facebook o Twitter. "¿@PauloFreire sería su Twitter?", pienso y me pierdo. Quiero exigirle que me de una respuesta. No me alcanzó con todo lo que me dijo. Le creí el cuento de "la comunicación ida y vuelta". Casi que me volví un Talibán del "diálogo en el proceso educativo". Pero en la práctica, siento que no escucharon nada de lo que dije. Nada.

En las últimas tres semanas me dediqué a corregir.  Tengo 21 alumnos. Tienen entre 23 y 50 años. En realidad sólo una se acerca a la mitad de siglo. El resto podría decirse que son la generación Polimodal. También podría decirse que muchos están cerca de egresar.  Es más, para un alumno ésta es su última materia. Habré leído cerca de 600 páginas. En realidad 1.200 porque leí dos veces cada investigación que entregan por equipo. Son cinco temas distintos. Desde el mercado de la construcción en La Plata a la venta de Ritalina (un fármaco) en niños. Así de variadito. Así de ecléctico. Así.

Entre que voy a la cocina a dejar la taza de café, le hago algún mimo a mi perra y vuelvo a Facebook, me vuelven a cagar el día. A otro amigo se le ocurre subir una foto que muestra un graffiti. ¿Adivinen de quién? Sí, de Paulo Freire: "El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas sino de crearlas y recrearlas". 

—¿Cómo hago para demostrarles mi pasión por la profesión, que no por hijo de puta los desaprobé?- le pregunté a mi psicóloga.
— Así. Haciendo eso. Corrigiendo. Diciéndoles. Hablando. De los alumnos se aprende mucho- respondió y así volvemos a Freire.

Quienes son docentes espero me entiendan. Hoy no es sencillo. Ya sé, nadie dijo que lo fuera. Pero pareciera que les falta un golpe de horno. Como un poco de pimienta, azafrán, comino, tomillo y cuanta especie se le pueda ocurrir a Narda Lepes. Antes de empezar a leer textos más pesados les propuse leer una novela, "Betibú", de Claudia Piñeiro. La leyeron. Quería que se dieran cuenta que el mundo no es Google. Que por fuera de esas seis letras hay problemas, gente que los padece, gente que quiere que esos problemas no sean públicos y especialmente un mundo por descubrir que los necesita para que cuenten esas historias. Las que importan. 

"Homenajes cotidianos. En eso pensaba. En toda la gente que nos acompaña día a día y no sale en los periódicos", fue lo que pensó Carolina Lesa Brown, una amiga y colega que vive en España, desde el muro de su Facebook. "Yo pensaba en que los periódicos cada vez más se ocupan de lo que verdaderamente no importa...", comenté. 

Ahora entiendo la lógica: no cuenten conmigo. La batalla continúa...