miércoles, 4 de enero de 2012

Como en Londres...


-Mirá, tiene la bolsa que no me dejaste comprar en Londres.
-¿Quién?
-Ese, ese, el chico que dejó el perrito en el auto.


"El chico", soy yo. Nobleza obliga, gracias por el piropo. Mis amigos saben que suelo ir a comprar a esos lugares, como la verdulería que está a la vuelta del diario, sólo porque me dicen "joven". Pero todo esto no viene al caso. Situación: verdulería de diagonal 73 esquina 40, La Plata. Por estos días la más barata, la que trae las frutas y verduras más frescas, la que vende huevos caseros y la que vos mismo te agarras las cosas. Podríamos decir que es la que más gente reúne. Y más si se tiene en cuenta que es enero y los platenses en masa se fueron a Pinamar. Andar por la ciudad en esta época es un bálsamo: las casas son más lindas, las lomas de burro menos dañinas y hasta las plazas de Bruera son lindas...

La que me piropea es una señora rubia de peluquería de unos sesenta años. El que le responde, sospecho, es el marido, también sesentón. Canoso. Pantalón y chomba Lacoste. Pienso que él habrá sido abogado o contador. Ella tiene el piné de ama de casa. De eso me doy cuenta después cuando la observo comprar. El caballero estacionó el auto detrás del mío. Un Bora impecable con patente que comienza con K. No creo que sean Kirchneristas. Sólo esas casualidades del destino que hizo que los modelos 0 kilómetro arranquen con esa letra.

Lo primero que la mujer supuso es que estoy loco. "Mi amor ya vengo. Papá compra un par de cosas y viene. Portate bien que apenas lleguemos a casa te doy la comidita", todo esto con voz de tonto y hablándole a nadie. A la nada misma. En realidad a nadie visible, hasta ese momento, para la mujer. Le hablaba a mi perrita Triny que estaba sentada en el asiento trasero. Fiel, como todo perro, cuando me alejo apoya sus patas en la ventanilla y me mira ir. La admiradora de Mirtha Legrand -otra cosa que sospecho-, respira con alivio.

-Es un schnauzer enano, dice el abuelo de Richard Gere.
-Ah, como el de Adelita, dice ella que apura el paso y me pisa los talones.

Nos encontramos eligiendo los limones. Diez pesos el kilo me obligan a elegir bien y comprar poco. Me voy a buscar las manzanas y me sigue. Quiero comprar paltas y no las veo. Pregunto y me dicen que no hay. "¡Qué lástima!", dice ella, "yo también quería comprar". Ese fue el gancho para la conversa (como le dicen mis amigos chilenos cuando alguien te quiere sacar un tema). Le digo que los melones están a muy buen precio y con un aroma tentador. Mi nueva amiga lo manda al marido a que busque uno y no se aguanta más. Me pregunta dónde compré la bolsa y me dice que ella cree saber de dónde es. Le digo que la compré en el Mercado de Portobello, en Notting Hill. Suspira. Cierra los ojos y con el olfato pareciera que vuelve a Londres.

                    *****

Regresando a casa, mientras en la radio del auto suena Franco de Vita con Alejandra Guzmán, veo a dos chicos de no más de veinte años. Estaban levantándose del pasto de Plaza Belgrano. Cuando caminan hacia mi dirección comprueblo lo que me llamó la atención. Venían de la mano. Sí, de la mano. Como si estuviéramos en Londres...

No hay comentarios:

Publicar un comentario