lunes, 30 de enero de 2012

El pájaro canta hasta morir

El cura no es un típico cura. La iglesia no es una típica iglesia. El bautismo no es un típico bautismo. Yo soy el típico padrino.




Es el último domingo de un enero caluroso. De un enero en donde las noticias dicen que la temporada veraniega está a full. Un enero donde la gente se saca la ropa. Los ombligos victoriosos salen a que les de la fresca. Un enero en que tuvimos una primera dama periodista/movilera y un presidente rockero con mucha onda. Pero también fue un enero en el que la presidenta volvió a trabajar después de "un cáncer que no tuvo", como tituló Clarín. Un enero en donde esa mujer llegó y habló. Llegó y mostró su marca. Su herida. Su cicatriz.

Ella habla. Las noticias hablan de ella. De nosotros. De nadie. Confunden. Llenan. Rellenan.  Es enero. ¿Por qué hay gente que merece ser noticia y no lo es?

***

Hace calor en la sombra de los árboles añosos del Parque Pereyra Iraola. Los pocos autos estacionados buscan la sombra como alivio protector. Son las doce del mediodía en un predio de 10.246 hectáreas que transpiran historia.  El primer dueño de esas tierras extensas y fértiles fue una mujer: Juana Rita Pinto. Un bella dama que bien podría haber sido modelo del colombiano Fernando Botero. Algunos dicen que con una herida de amor y algo falta de efectivo vendió su propiedad a la familia Pereyra Iraola. Los de doble apellido decidieron ponerle nombre a su terrenito y la llamaron Estancia San Juan. Pero un día llegó alguien de apellido Perón -¿lo tienen?- y decidió expropiarlo.

Según el mito urbano, los ecologistas, los proteccionistas, la Wikipedia y varios intendentes K, "es el parque de mayor biodiversidad de la provincia de Buenos Aires". El pulmón verde de Scioli. En el mismo parque en donde en el 2008 la UNESCO ponía sus lupas para declararlo "reserva de biosfera", estábamos bautizando a Isabella. 

Isabella es la cuarta hija mujer de mi hermana Laura. Conociéndola a ella y a mi cuñado Ariel no podría decir que es la última Sacchi. Desde ayer debuté en el doble título de padrino. Ya lo soy de Oriana, la primera. Entre familiares, amigos, y demases movilizamos nuestros cuerpos acalorados hasta la capilla del Parque Pereyra Iraola. El andar de los autos sobre las calles de tierra seca marcaba el camino para los que venían de lejos. La capilla, iglesia, iglesita, templo y sus variantes está a la diestra de la casona principal del parque. Cuando empezaba a asomarse el aroma a los chorizos, a carne asada y con una mezcla de canciones de Valeria Lynch, Los Wachiturros, un brasilero que detente ser el dueño del tema del verano y algunas moscas chusmas, entramos al bautismo.
La cita pactada decía a las doce, después de la misa. El camino hacia la espiritualidad de Thiago, Ariana e Isabella comenzó doce y treinta siete minutos. Duró, como mucho, veinte minutos. Y si fueron más, no nos dimos cuenta. 

En esos minutos de espera vi pasar a un hombre cincuentón, de panza cervecera y buen vivir. Llevaba puesto un short de Estudiantes de La Plata y una remera blanca que bien podría haber sido comprada en alguna feria paraguaya o made in La Salada. Lo mismo con las ojotas. "¿Imitación de las famosas brasileras? ¿quién no las tiene?", pensé. Castaño, algunas canas perdidas en el pelo lacio y prolijo. Si no me equivoco, el responsable de la Capilla Sta. Elena -el Dr. Leonardo Belderrain (Terapeuta filosófico, como dice su tarjeta personal) se había afeitado a la mañana. Antes de tomarse un par de mates, leer alguna que otra noticia y pensar qué diría en la misa y luego en el bautismo. Pensándolo mejor, y después de haberlo escuchado, sospecho que su onda es la de ser más espontáneo.

Cuando en la capilla no entraba más nadie, el de short y ojotas sacó una túnica de un mueble de pinotea y se la colocó con cancha. Con experiencia. Belderrain no nos hizo pronunciar ningún Padre Nuestro, ningún Ave María, ni mucho menos pararnos y sentarnos como monitos Tití. Nos mantuvo atentos y emocionados por pocos, pero certeros minutos. Con esa facha de vecino de al lado, pidió "paz". Les pidió a esos tres chicos que sean "solidarios". Que no discriminen a peruanos, paraguayos y "homosexuales". Le preguntó a los padres porqué eligieron a los padrinos. Que le den las razones. Ante cada respuesta aseveraba moviendo la cabeza. También nos preguntó a nosotros, los padrinos, cómo habíamos reaccionado con la elección. Piropeó a Karina, la madrina de Isa, a sus rulos y enseguida llegó con el agua. Les tiró un chorro a cada uno y siguió conquistando con su impronta revolucionaria.

Después, según el nombre de cada uno dijo algunas palabras y de la pequeña Isabella dijo que era de espíritu socialista. Traté de recordar cómo llegó a esa conclusión, pero no logró dar con el camino de semejante reflexión. Igual, la sola idea me encantó. Dijo que bien podría haber votado a Binner o Cristina. No a Macri. Se escucharon algunas risas y aparecieron algunos gestos de asombro. Nos pidió la vela para encenderla, en símbolo del fuego del rito, pero nosotros no teníamos. No es que nos hayamos olvidado. Ni sabíamos que teníamos que llevarla. Tampoco tenía la familia que estaba en el banco de adelante. Belderrain puso cara de estos padres que no se acuerdan de nada y fue a buscar un par de velas. Dijo un par de cosas más. Pidió una ofrenda para comprar pintura para el techo. Presentó a la secretaria "que se gasta la plata que ustedes van a dejar en drogas". Cecilia apareció con su canasta de mimbre rústica mientras mi hermana se secaba las huellas de un par de lágrimas. Saludó, agradeció y taza taza cada uno a su casa.

***

Leonardo Belderrain escribo en Google. Aparecen 31.500 resultados en sólo 15 segundos. Abro un artículo del suplemento Radar, de Página/12: http://www.pagina12.com.ar/2001/suple/Radar/01-12/01-12-23/NOTA1.HTM

“A Silvina la conocí paseando en el Parque Pereyra Iraola. Nos pusimos a charlar y tiempo después me invitó a cenar a su casa. Ella practica danzas africanas y en una de nuestras primeras salidas fui a ver uno de sus espectáculos. Fue toda una revelación verla ahí, en el escenario, moviéndose al ritmo de esa música tan sensual. Tuve la percepción de que estaba celebrando un ritual, una ceremonia, y la imaginé a ella como a una suerte de sacerdotisa”. Confiesa también que no sólo vio modificada su soltería por el encuentro. A partir de ese suceso aparentemente casual -.”intervención divina”, según él-. también otras situaciones de su vida operaron transformaciones cruciales. La primera y más evidente, la de los hábitos.  

“Al principio fue muy traumático para los dos. Silvina estaba bloqueada porque obviamente nunca había imaginado enamorarse de un cura. Además, en la familia de ella, si bien no se opusieron a la relación, les inquietaba el lugar medio hipócrita en el que se daban las cosas. En mi caso también fue duro. Desde lo interno yo sabía que mi historia con ella no era pecado sino un don de Dios. Desde lo externo ya era otra discusión. Sabía que tenía que dar un salto. ¿Pero hacia dónde? Por suerte, con el tiempo, las cosas mejoraron y pude ver la situación con más claridad”.

El cura que me había sorprendido ayer, ya había sorprendido a varios miles unos doce años antes. Seguí viendo lo que Google me ofrecía y me seguí encantando.  Doy con un portal que se llama Cristianos Gays y un artículo que lleva su firma: "El derecho de las minorías a ser felices y las uniones gay": http://www.cristianosgays.com/2010/06/17/el-derecho-de-las-minorias-a-ser-felices-y-las-uniones-gay-por-padre-leonardo-belderrain-bioeticista-argentina/#more-14523

"Hay consenso en el país, de que lo que importa es el derecho de todos a ser felices a amarse y comprometerse, bajo el nombre que sea, con iguales derechos. Está cambiando, también, la noción de padre y madre. Antes se decía: ´no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre´. Hoy se dice al revés: 'no llores como hombre lo que no defendiste como mujer'.

Belderrain es el fiel ejemplo de alguien que se maneja con autenticidad. Celebro que haya gente fiel a si misma. Celebro haberlo cruzado en esta vida. ¿Será él quien me case?

 


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